19 de enero de 2015

Conceptualizando el autoestima

Para empezar, si vamos a hablar de autoestima tenemos que hablar de adolescencia, esa etapa vital que tenemos entre la infancia y la juventud. Es una edad de construcción de la personalidad y si es cierto que se marca por tener especial preocupación por el físico, un ejemplo claro es la complejidad con el peso (siempre estamos más gordos o menos fuertes de lo que nos gustaría), esta etapa se marca por ganar independencia y, lo que nos interesa, comenzamos a mirarnos por dentro. Es muy importante esto último, ya que nos lleva directamente a la autoestima, el intentar saber cómo soy e intentar definir lo que soy. Muchos psicólogos denominarían todo esto como la construcción del yo.

No se puede hablar de la autoestima sin antes hablar del autoconcepto, dos términos que se confunden habitualmente aunque la diferencia va a ser determinante. El autoconcepto es nuestra percepción de lo que somos. Se basa en descripciones propias de nosotros mismos, o auto-descripciones, centradas en aspectos más internos como qué me gusta, qué digo, cuál es mi conducta. Este componente reflexivo que aparece con la adolescencia (y aunque hablo de adolescencia como inicio, esto es aplicable a juventud, adultos y mayores) puede traer conductas falsas. Seguro que todos tenemos en mente un momento en el que hemos hecho un comentario con el que no estamos de acuerdo pero como si fuera sentido. Hace un año escuché que el 80% de personas que decían haber visto el padrino, jamás la vieron. Una posible consecuencia del autoconcepto es que tenemos una percepción de lo que somos y de lo que se quiere ser. Esto nos lleva directos a la autoestima.

Porque la autoestima es la valoración de las características de uno mismo, está relacionada con el afecto en gran medida. Qué quiere decir esto. Percibimos cómo somos, y el autoestima nos va a dictar si nos gusta o no. El ejemplo que ponía en un principio con el físico, el no considerar que no soy una persona musculosa me hace sentir mal conmigo mismo. Además está muy relacionado con el entorno, porque digo que no estoy fuerte porque mis amigos, la gente con la que me cruzo, los que salen en televisión, tienen unas espaldas que se alejan de mi alcance. La valoración social, lo que piensan los demás también determina nuestra autoestima. Muchas veces no hace falta ni siquiera que el resto lo piensen, porque, algo que pasa a cualquier edad es que al ponernos en el lugar del otro, de la sociedad, se junta con esa preocupación por si mismo, ya sea que no estoy fuerte, que llevo unas gafas con muchísimas diotrias, que se van a dar cuenta de que no soy como ellos o lo que fuere, lleva a creer que los demás están tan pendientes de uno como uno mismo. Esa sensación de que todos nos señalan con el dedo y nos mira de reojo y que a veces nos hace comportarnos de una forma poco natural ya sea por un sentido del ridículo exagerado o todo lo contrario. Esto se denomina audiencia imaginaria y todas las personas pecamos de ella.

La autoestima está relacionada con el afecto, porque lo que determina al fin y al cabo es el grado de aceptación de uno mismo. El gustarse tal y como se percibe. La autoestima en esencia tiene dos componentes relacionados entre sí: la sensación de confianza frente a los desafíos de la vida: la eficacia personal; y la sensación de considerarse merecedor de la felicidad: el respeto a uno mismo. Cuando falla la primera, no confiamos en nuestra valía, no nos hacemos merecedores de felicidad. Eso es tener baja autoestima.

Por último, citaré un libro titulado “Los seis pilares del autoestima” de Nathaniel Branden. Es más bien un libro de autoayuda, pero son bastante interesante esos pilares para conseguir una autoestima alta, que son:
  • La práctica de vivir consciente. Saber qué es lo que hacemos, evaluar nuestro comportamiento.
  • La práctica de la aceptación de sí mismo. Es básico, soy como soy y no pasa nada.
  • La práctica de la responsabilidad de sí mismo. Hay que tener control también, en gran parte, somos de cierta forma porque queremos ser de esa forma.
  • La práctica de la autoafirmación. Busca una forma de expresar deseos, necesidades y valores en tu vida. No te frustres.
  • La práctica de vivir con propósito. El marcarse metas, objetivos a corto y largo plazo nos dará sentido a la vida y cada vez que alcancemos un propósito nos  proporcionará felicidad con uno mismo.
  • La práctica de la integridad personal. Lo último es la congruencia, que nuestras palabras concuerden con nuestro pensamiento.
En nosotros está el tener alta o baja la autoestima.

2 comentarios:

  1. Estoy muy de acuerdo contigo Carlos, gran parte de los problemas relacionados con la autoestima son por carencias creadas en el ámbito familiar y la escuela.
    Me ha gustado mucho la entrada.
    Un saludo

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    1. Muchas gracias Daniel!! Sería interesante profundizar más en esas carencias de la familia y la escuela, tal vez en otra ocasión ;) Un abrazo

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