17 de agosto de 2014

Comicidad y ternura que no volverá

No soy dado a escribir por este tipo de motivos, y mucho menos sobre temas de relativa actualidad, pero la noticia que nos llegaba a principios de semana no ha pasado desapercibida. El trágico punto y final que Robin Williams escribió en su propia vida ha sido impactante y nos hace ver nuevamente el ejemplo de una persona pública que esconde muchos "demonios" en su vida más allá de las cámaras. Siempre he oído decir que el payaso, una vez quitado el maquillaje, es el ser más triste. Y Robin Williams era un payaso genial.

Ahora, tras toda la información que se ha ido dando acerca del suceso, pienso en todos esos papeles que interpretó y me hace ver que esa ternura y desconsuelo que transmitía en las exposiciones dramáticas de sus películas llegaban tanto al público porque en parte se serviría de su propia experiencia y hacer una ficción de algo que en el fondo era real. Y es que si Williams tenía una pecularidad que lo hacía destacar era la gran complicidad con el público, haciendo reír en su parte más cómica pero también hacer que se te escape una lagrimita viéndolo sonreír en el peor momento, cuando ya no hay nada que hacer. Ese igual era su sello.

Para aquellos que opinen que es de fríbolo o mala persona darle más importancia a una vida que a otra, que me perdonen. No soy ajeno a la situación de Ucrania o Gaza y todas las vidas anónimas que están costando esos enfrentamientos bélicos. Tampoco soy ajeno a otra perdida de esta semana, la de Lauren Bacall, gran actriz donde las hubiera, o la de Alex Angulo, otro actor que nos dejó trágicamente hace menos de un mes. No es de mala persona o incluso de mal profesional que me afecte más una perdida que otra. Además tengo mis motivos.

Para los que son de mi generación, que ronden entre los 20 y 30 años, las películas que protagonizó Robin Williams nos acompañaron en nuestra infancia. Hemos crecido con grandes películas como Hook, La Señora Doubtfire, Jumanji, Una Jaula de Grillos o Flubber. Todas ellas nos trasladan a cuando mediamos menos de un metro y medio. Pero no solo esas, también destacan sus papeles cómicos en Nueve Meses o como actor de doblaje en Aladín, ya que en la versión original Williams puso voz al Genio.

No solo están las películas que nos divirtieron sin más. Jack, Patch Adams o El Hombre Bicentenario son largos con cierto sabor agridulce que tienen un mensaje de fondo. Y ya mencionado Patch Adams, en la que interpreta a un médico que trata con humor a enfermos de cáncer, menos conocida es Despertares, en la que también hace de médico, esta vez tratando a pacientes en estado catatónico (uno de ellos es Robert De Niro en una de sus mejores interpretaciones). Ambas historias basadas en hechos reales.

Y por supuesto, si esto es un blog de un Educador Social, la película que sin duda más ha podido marcar, el filme al que más referencia hacen los profesores durante toda la carrera universitaria, esa es El Club de los Poetas Muertos. Tan buena es que se hizo un libro basado en la película que se llevó el Óscar al Mejor Guión Original. Ya es un hito la frase "Oh Capitán, mi Capitán" y desde entonces los profesores de literatura son más queridos por todos. Un gran ejemplo de lo que debe ser la praxis educativa en el aula. De entre todo lo que nos muestra, me quedo sin duda con aquello de que no hay respuestas incorrectas y que lo importante es participar en el propio aprendizaje. Muy enriquecedora, y por eso me despido con uno de sus fragmentos, pero antes decir aquello que cantaba Riki López de que "mientras viva quien le quiere nunca jamás morirá". Todos los seguidores le tendremos presentes.